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ABRAZOS DE TERCIOPELO
Cuando Dominic alcanzó por fin el refugio de caza, huyendo de la tormenta, no esperaba encontrar a una preciosa pelirroja medio desnuda en su interior. Sonriendo como un zorro ante su presa, Dominic pensó que ninguna mujer respetable pasaría la noche sola en un refugio desierto... a no ser que se tratara de la mantenida de algún noble, que aguardaba a su amante rezagado por la ventisca. Bien, él se ocuparía de que no pasara frío esa noche.