Al entrar en el desván donde guardamos recuerdos que nos apena tirar, junto al anaquel de pócimas aparecieron dispersos ajados y amarillentos tres fajos llenos de versos. con estrofas y argumentos cubiertos de simbolismos de misterios y algoritmos y otras quimeras epónimas, con sueños del día a día de antiguas alegorías con referencias parónimas. Para darle lumbre al fuego, habiendo recolectado larga cosecha de pliegos amontoné un buen puñado lleno de escritos añejos que después de aderezados no parecían tan viejos. Luego pensé al repasarlos y poco a poco entenderlos: “tienen trazos de memoria contando viejas historias” Si aún sirven para leerlos es pronto para quemarlos. Probad si queréis saberlo.