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ALTAZOR
Vicente Huidobro ha adquirido la condición de leyenda chilena de la poesía de vanguardia, principalmente por ser el fundador del movimiento creacionista y desarrollar sus códigos en sucesivos escritos que influyeron en las generaciones venideras. Alumbró así una lírica en la que el poeta era concebido como una divinidad, un ser capaz de erigir obras estéticas que rivalizaran con la naturaleza, huyendo de la imitación. Publicado en 1931 y escrito a lo largo de doce años, Altazor —cuyo título también puede verse complementado por la rúbrica «o el viaje en paracaídas»— es hijo del creacionismo, pero su concepción de poema-diálogo con los experimentos vanguardistas de la época inevitablemente conllevó que la obra se viera enriquecida por la incidencia del futurismo, el cubismo o el dadaísmo. Es, por tanto, más que la obra cumbre de Huidobro, pues cristalizan y se concilian en ella las aspiraciones estéticas de las distintas vanguardias, dando lugar a una propuesta poética extraordinaria y trascendental. De Altazor se puede decir que es enigmático, fluido, liberador, inaudito, desconcertante. Tan polémico como amante del vértigo, Huidobro se alimentó de las diversas propuestas de vanguardia para recrearlas aquí bajo sus propias normas y genuina impronta.