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BESO AL DESPERTAR
Qué gran labor cartografiar el universo de la propia lengua, acunándonos en ella se nos va la Vida. Tarea silente al acecho de la propia voz, iluminando cosmos imprevistos. Esa fuerza de la palabra –logos– que deseamos denotar en cada lengua. Crear sus diferentes texturas que recuerden nuestra estela: música, fonética, liza cognitiva, ¡y evocar al verso “sentidos”! Así, como niña saltando a pisar su propia sombra y tú como niño jugando a las canicas, el poema se va forjando en la pértiga del tiempo, como nos forjamos los poetas, fuera del Tiempo. Tu anhelo lograr el cénit del amor sin ataduras, sin temor o pesadumbre: sin miedos al mirar / para alcanzar las colinas / de belleza sin par, y con el único fin de besarte palmo a palmo sin miedo / tan solo con los ojos de mi alma: / dibujarte como fruta del deseo. Cuánta adoración en ti, añoranza y apiadada emoción, en los versos que dedicas a la madre: del rosal de la Piñeira / vengo hoy roto, madre. / Traigo unas rosas, madre. / Son madre para ti, / para tu corpiño, / para engarzar con gasas de seda / ese cuerpo bello y florido. / A ti madre hoy te las entrego, / porque vengo del rosal, / de allá en el alto de la ribera. / Para ti, madre, / vengo el amor a entregarte. Del prólogo, Leonor Merino