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CIENCIA Y METAFISICA
Mientras que la palabra “ciencia” parece tener un sentido unánimemente aceptado, no sucede lo mismo con el concepto “metafísica”. En efecto, el diccionario de la Real Academia Española define la ciencia como “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente”. Bien es verdad que muchos de los casos que estudia la ciencia no son observables, comprobables, manipulables, ni repetibles. Por ejemplo, ciertos acontecimientos astronómicos o geológicos, como la explosión de una supernova, un gran desastre natural, el choque de un meteorito con un planeta, etc. No hay nada más singular e irrepetible que el origen del universo, cuestión que, sin embargo, es el problema principal de estudio de la astronomía. Por su parte, el concepto de “metafísica” no tiene una acepción unívoca. Para unos, es una rama de la filosofía. Para otros es justamente al revés. Algunos la confunden con la teología, otros la consideran una rama de la lógica o de la ontología. Ciertamente, mientras que en Occidente la metafísica se considera un saber especulativo, racional y dogmático, para el pensamiento oriental el término metafísica debe quedar reservado únicamente a todo aquello que está por encima o “más allá de la física”, es decir, de la “naturaleza” o del mundo manifestado. Por tanto, se trata de un conocimiento o de un “saber” que, al trascender el ámbito del ser y de la ontología, es universal: no hay ni puede haber más que una metafísica, cualesquiera que sean las diversas maneras en que se exprese, de manera que, en razón de la universalidad de los principios, todas las doctrinas metafísicas son de esencia idéntica, aunque varíen sus formas. De ahí se deriva que el conocimiento metafísico es superior a todos los demás órdenes del conocimiento, y que la vía intelectiva o contemplativa prime sobre la vía estrictamente racional. Ya Aristóteles describía el intelecto puro en estos términos: “Entre los haberes de la inteligencia, en virtud de los cuales alcanzamos la verdad, hay unos que son siempre verdaderos y otros que pueden caer en el error. El razonamiento está en este último caso; pero el intelecto es siempre conforme a la verdad, y nada hay más verdadero que el intelecto. Ahora bien; siendo los principios más notorios que la demostración, y estando toda ciencia acompañada de razonamiento, el conocimiento de los principios no es una ciencia (sino que es un modo de conocimiento, superior al conocimiento científico o racional, que constituye propiamente el conocimiento metafísico). Por otra parte, solo el intelecto es más verdadero que la ciencia (o que la razón que edifica la ciencia); por lo tanto, los principios pertenecen al intelecto… No se demuestran los principios, sino que se percibe directamente su verdad” (Aristóteles, Segundos Analíticos, II, 19, 100b). La superioridad del intelecto sobre la razón también fue mantenida por Santo Tomas de Aquino: “El intelecto designa un conocimiento simple y absoluto, de modo inmediato, en una primera y súbita captación, sin movimiento y discurso alguno” (De Veritate (qXV, a1). El problema de este conocimiento directo es que su verificabilidad no transcurre por los cauces ordinarios de la ciencia moderna dado que es en sí mismo incomunicable porque solo lo poseen quienes lo han “realizado”. Pero ello nos llevaría al terreno de lo supraindividual o lo supramental, es decir, al ámbito de la “consciencia que es consciente de sí misma”, lo cual nos aleja del tema que nos ocupa. En todo caso, dado que no existe un consenso lo suficientemente amplio sobre lo que es metafísica, basta con dejar constancia de ello y advertir que los autores de este libro parten de presupuestos tan diversos como plurales, lo cual, en cierta manera, ha contribuido a enriquecer el resultado final. Nada más provocador que las relaciones de la ciencia con la metafísica, es decir, del Ser que se manifiesta en el tiempo y origina leyes o regularidades en una aparente mecánica del caos impredecible. A esto se han aplicado los autores de este libro abordando aspectos concretos sin ánimo de agotar o cerrar nada. Finalmente, queremos expresar nuestro agradecimiento a todos los autores que han colaborado en este libro. También a la editorial, por seguir otorgándonos su hospitalidad. Los coordinadores