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CLARABOYA
La novela perdida de José Saramago. Donde todo comenzó...
«Un escritor comprometido cuya obra sigue siendo imprescindible [y] acabó haciendo del mundo un lugar más humano gracias a su literatura.»
Greta H. Quiroga,Harper's Bazaar
«Cayeron. Sólo dos lágrimas. La vida no vale más que dos lágrimas».
Amanece en Lisboa. En una mañana de mediados del siglo xx, la mirada del novelista se asoma a la ventana de un vecindario. Se anuncia un día no muy diferente de los demás: el zapatero Silvestre, que abre su taller; Adriana, que parte hacia el trabajo mientras en su casa tres mujeres inician otra jornada de costura; Justina, que tiene ante sí un largo día jalonado por las disputas con su brutal marido; la mantenida Lidia, y la española Carmen, sumida en nostalgias#
Discretamente, la mirada del novelista va descendiendo y, de repente, deja de ser simple testigo para ver con los ojos de cada uno de los personajes. Capítulo a capítulo, salta de casa en casa, de personaje en personaje, abriéndonos un mundo gobernado por la necesidad, las grandes frustraciones, las pequeñas ilusiones, la nostalgia de tiempos que ni siquiera fueron mejores. Todo cubierto por el silencio tedioso de la dictadura, la música de Beethoven y una pregunta de Pessoa: ¿Deberemos ser todos casados, fútiles, tributables?
La escritura minuciosa y paciente de Saramago retrata con maestría una época marcada por la desesperanza. Escrita cuando el autor tenía treinta y un años, Claraboya anticipa de forma deslumbrante los elementos del universo Saramago.
La crítica ha dicho:
«Un relato sencillo y divertido, con la fuerza y la profundidad que han definido todo el trabajo posterior de Saramago. En Claraboya nos encontramos una mirada irónica, afilada y precisa sobre las relaciones humanas, y nos sorprende la confianza con la que el joven escritor es capaz de buscar en el interior de estos personajes memorables».
Público (Portugal)
«Saramago vuelve comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».
Comité Nobel
«Un hombre con una sensibilidad y una capacidad de ver y de entender que están muy por encima de lo que en general vemos y entendemos los comunes mortales».
Héctor Abad Faciolince
«Saramago es un ejemplo, un estilo dignísimo de vida y literatura, que demuestra la posibilidad de navegar a contracorriente [...]. Su palabra tiene el valor de un anticongelante, de un remedio personal contra los vendavales de cinismo que nos envuelven».
Luis García Montero
«Yo no sé, ni quiero saberlo, de dónde ha sacado Saramago ese diabólico tono narrativo, duro y piadoso a un tiempo, [...] que le permite contar tan cerca del corazón y a la vez tan cerca de la historia».
Luis Landero
«Saramago escribe novelas sobre los mitos para desmitificarlos, [...] siempre para abordar la realidad que le rodea, para tratar de los problemas actuales que son de todos, y para que todo quede claro desde el principio».
Rafael Conte, Babelia
«Como Günter Grass o Cees Nooteboom, Saramago aspira a enlazar con un público que desborde límites nacionales».
El País
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«Cayeron. Sólo dos lágrimas. La vida no vale más que dos lágrimas».
Amanece en Lisboa. En una mañana de mediados del siglo xx, la mirada del novelista se asoma a la ventana de un vecindario. Se anuncia un día no muy diferente de los demás: el zapatero Silvestre, que abre su taller; Adriana, que parte hacia el trabajo mientras en su casa tres mujeres inician otra jornada de costura; Justina, que tiene ante sí un largo día jalonado por las disputas con su brutal marido; la mantenida Lidia, y la española Carmen, sumida en nostalgias#
Discretamente, la mirada del novelista va descendiendo y, de repente, deja de ser simple testigo para ver con los ojos de cada uno de los personajes. Capítulo a capítulo, salta de casa en casa, de personaje en personaje, abriéndonos un mundo gobernado por la necesidad, las grandes frustraciones, las pequeñas ilusiones, la nostalgia de tiempos que ni siquiera fueron mejores. Todo cubierto por el silencio tedioso de la dictadura, la música de Beethoven y una pregunta de Pessoa: ¿Deberemos ser todos casados, fútiles, tributables?
La escritura minuciosa y paciente de Saramago retrata con maestría una época marcada por la desesperanza. Escrita cuando el autor tenía treinta y un años, Claraboya anticipa de forma deslumbrante los elementos del universo Saramago.
La crítica ha dicho:
«Un relato sencillo y divertido, con la fuerza y la profundidad que han definido todo el trabajo posterior de Saramago. En Claraboya nos encontramos una mirada irónica, afilada y precisa sobre las relaciones humanas, y nos sorprende la confianza con la que el joven escritor es capaz de buscar en el interior de estos personajes memorables».
Público (Portugal)
«Saramago vuelve comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».
Comité Nobel
«Un hombre con una sensibilidad y una capacidad de ver y de entender que están muy por encima de lo que en general vemos y entendemos los comunes mortales».
Héctor Abad Faciolince
«Saramago es un ejemplo, un estilo dignísimo de vida y literatura, que demuestra la posibilidad de navegar a contracorriente [...]. Su palabra tiene el valor de un anticongelante, de un remedio personal contra los vendavales de cinismo que nos envuelven».
Luis García Montero
«Yo no sé, ni quiero saberlo, de dónde ha sacado Saramago ese diabólico tono narrativo, duro y piadoso a un tiempo, [...] que le permite contar tan cerca del corazón y a la vez tan cerca de la historia».
Luis Landero
«Saramago escribe novelas sobre los mitos para desmitificarlos, [...] siempre para abordar la realidad que le rodea, para tratar de los problemas actuales que son de todos, y para que todo quede claro desde el principio».
Rafael Conte, Babelia
«Como Günter Grass o Cees Nooteboom, Saramago aspira a enlazar con un público que desborde límites nacionales».
El País