Este es un viaje de ida y vuelta, un salto al vacío. Una aventura llena de coraje que arrastra miedo. Una apuesta segura e incierta que avanza por nuevas sendas con piernas trémulas que no se detienen, moviéndose rápido, aprendiendo a ir despacio. Aferrándose y soltando lo viejo aprendiendo, soñando un nuevo sueño verde selva, vaciando una mochila llena de cosas e ideas, que limitan y encierran. Y de repente encuentro el éxtasis sublime de la belleza en el deleite del exotismo de un sueño lejano y utópico que alcancé entre luces y sombras, entre bailes y broncas, respirando el aroma ambivalente del polvo del camino, y el sudor natural y tranquilo de un cuerpo que empieza a disfrutar de verdad. Para después volver y así mirar lo de siempre con nuevos ojos y seguir de viaje. Por dentro y por fuera. Aprendiendo a confiar, aprendiendo a disfrutar, aprendiendo a soltar. Aprendiendo a escribir mi nueva historia, aprendiendo a soñar, a quererme, a morir, aprendiendo a vivir. Y volví a perderme y seguí sufriendo. Y entendí que todo era perfecto y parte del camino cuando naufragué entre pinos y robles y vi mi cara oculta de la Luna, mi bosque oscuro. Cuando respiré el paraíso y el placer de estar herido, de estar vivo.