En este tercer poemario de Aitor Contreras (Madrid, 1980), el autor entrega a la imprenta su trabajo de alquimia más perfecto: la transformación poética de los días en una materia nueva y mítica, ajena al tiempo. Sin apartarse de la perfección en la forma que es seña de identidad de su arte –lejos de él el verso libre– encadena conjuros líricos, léase poemas, y así convoca a poetas muertos que acuden a su llamada, ve lentos atardeceres amarillos, lanza décimas al aire, compone poemas arromanzados de honda raíz popular mientras camina, de momento se para y nos enseña con su voz ronca que todos tenemos un nombre que no es el nuestro, y vuelve a pasear como en sueños un Madrid que ya no existe, adivina lienzos en la primavera y trampas en el amor, y se encomienda a la escritura, al barro y al olvido. Y este exiguo inventario no agota su fuerza expresiva, que nos arrastra inexorablemente a su mundo poético, refinado y profundo, y a ciertos versos memorables que nada envidian a los clásicos, de los que se siente deudor. José Ramón Seco Ameland, invierno de 2023.