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EL BURIL DEL SUEÑO LABORIOSO
Cuando las lagartijas sufrían porque aún habitábamos el tiempo del paraíso, conocíamos el domicilio de la hormiga, nos embriagaba el olor que desprendía la tierra, estábamos atentos a los pasos del agua. Dormíamos seguros con la nana del grillo. Las ramas inventaban acordes con la brisa pariente. El escarabajo ablandaba la alcoba, con una seriedad incuestionable.