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EL CONCEJAL O LA IMPRUDENCIA DEL DESTINO
Voy a entrar en un terreno que me cuesta subir y, que, por encima de todos los hechos, me gustaría haber pasado de él y hasta podría decir, sin temor a equivocarme que me hubiese satisfecho no haberlo vivido. Puedo decir con toda la libertad y seguridad del mundo que es, en todo el tiempo de esta vida que hasta ahora he vivido, el peor momento de la misma. Confesaré que durante este período intentaron apoderarse de mi personalidad e intentaron desgastar, anular y hacer desaparecer mi dignidad. Ni lo uno ni lo otro consiguieron; pero mi fuerza de voluntad y el querer seguir estando vivo les anuló sus propósitos. Buscar la paz entre los hombres debe de ser uno de los objetivos básicos de nuestros esfuerzos, dejar que el adversario político no sea visto como un enemigo y, que el cainismo, deje de existir en nuestras vidas, olvidando las situaciones bélicas de los tiempos pasados, que el odio fratricida, la falta de respeto al hermano y a las ideas del otro no sean una característica de nuestro ser, que podamos sentarnos a la mesa todos juntos con el fin de resolver los problemas de la humanidad. Cuando en ocasiones oigo comentarios, conferencias, coloquios o críticas de la mala actuación de los políticos, sobre todo en lo relativo a la corrupción y afirman que son pocos los corruptos, me pregunto por qué no definen el término “pocos”.