En la España de finales de los noventa un grupo de vecinos se refugia en la salita de su anciana vecina para huir de la carga de sus frustradas vidas. En un escenario en que la religión marca los pasos de una sociedad aún conservadora en la práctica, y el aperturismo que han traído los nuevos tiempos hace soñar con una vida más libre, los personajes de esta historia luchan por despojarse de los frenos de una educación arraigada en el qué dirán, los prejuicios morales y las normas sociales, aunque no todos lo van a conseguir. Lola es una anciana cuya cabeza transita ya más por otros mundos que por este y por eso su salita se ha convertido en un lugar de cobijo para algunos de sus vecinos, que han encontrado en la habitación el lugar idóneo para ocultarse de una sociedad que los juzga constantemente. Ante la sombra que proyectan las obras de la nueva imponente iglesia y mientras reza una a una a las estampitas de una baraja de santos y vírgenes, Lola es testigo de los miedos, las miserias y las alegrías de estos personajes. A la salita acude Eugenia, que, tras su divorcio, intenta recuperar su estatus social con un cuestionable negocio. O Purrito, que a fuerza de trabajar con muertos ha terminado por aceptar su condición sexual, al menos entre las cuatro paredes de la habitación. Sus historias se cruzan con las de Lucía, que lucha contra la rutina de su matrimonio dando rienda suelta a una oscura atracción por lo religioso, o Yolanda, cuyo físico se ha convertido en su mayor cárcel. A todos les ha tocado vivir entre las dos vertientes de una misma sociedad: la que resiste arraigada a la religión y la que avanza hacia el progreso de una nueva época. Son las generaciones que han vivido los últimos coletazos de la dictadura franquista, pero también la aprobación de la ley de divorcio o la construcción de una identidad europea. En definitiva, es el retrato de una sociedad que lucha por hacerse un hueco, con complejos y dificultades, en un mundo que avanza hacia la libertad.