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ERAN LOS MISMOS JUECES CON DISTINTOS COLLARES
El Collar de la Justicia, la valiosa pieza de orfebrería y símbolo con el que se adorna el Rey cuando cada año preside el solemne acto de apertura de Tribunales en el Tribunal Supremo, se ha descubierto que es falso. Y no sólo eso, esta simbólica y fraudulenta cadena no es tampoco, como todo el mundo cree, el Gran Collar de la Justicia, verdadera imagen del ejercicio constitucional de la potestad jurisdiccional, sino el Collar del Ministro de Justicia, una presea que no simboliza en modo alguno al Poder Judicial. Consiguientemente, desde hace casi cuarenta años, los reyes han venido presidiendo un acto investidos de una condecoración que no deberían portar, al ser el monarca quien en cuyo nombre se administra la justicia emanada del pueblo. Para entender cabalmente como se ha llegado a una situación tan incómoda no sólo protocolaria, sino institucional, se propone un viaje de la mano de la familia Palacio Martínez a lo largo de tres siglos, desde la coronación de Isabell II en 1843 a nuestros días, compartiendo con ellos el complicado reinado de la disoluta Borbón; la sangrienta Noche de San Daniel; la gloriosa Revolución de 1869; la colusoria Restauración; el pavoroso incendio del Tribunal Supremo de 1915; el infame Directorio Militar de Primo de Rivera o la devastadora Guerra Civil, su inicua represión y el inevitable exilio. Y siempre, en todo caso, con las vicisitudes de estos dos enigmáticos collares y los miembros de esta saga familiar como permanente música de fondo, en una novela que no es sino el reflejo de la extraordinaria complejidad de una nación contada en sus gobernantes, sus ciudadanos y sus símbolos.