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ÉTICA MÍNIMA
Nuestro tiempo es tiempo de modestia: época light. La reflexión huye de los grandes sistemas y la acción de las grandes empresas. ¿Quién ambiciona ya descubrir la verdad, alcanzar el bien, practicar la justicia? ¿Quién pretende poseer el secreto de la felicidad? Pequeñas verdades, minúsculos bienes, fragmentos de justicia, retazos de felicidad nos ayudan, si no a «vivir bien», en el hondo sentido de los clásicos, al menos a «pasarlo bien»: a pasarlo lo mejor posible. Y, sin embargo, las preguntas por la rectitud y la justicia, por la legitimidad del poder y la esperanza de salvación continúan pidiendo respuesta a una cultura que precisa contestarlas pata recobrar su sentido. Abordar tales cuestiones es el propósito de este libro. Para ello se interna en ese ámbito del saber llamado «práctico», desde las cuatro dimensiones que lo configuran: moral, política, derecho y religión. Desde ellas se alumbra hoy, si no una ética de máximos -una ética del ethos y la felicidad, como la que Aranguren, prologuista del libro, nos regaló hace tiempo-, una ética de mínimos; si no una magna moralia, una ética mínima. Pero una ética que se resiste a renunciar a lo mejor que hemos aprendido tras siglos de historia: el valor de la autonomía humana y la necesidad de un consenso -entendido como concordia, no como estrategia- para la organización de la vida jurídica y política.