Exilio de un corazón libre es el amor que dejo, el paso del tiempo mientras crezco, la distancia que me hiere y el equipaje que arrastro. Porque la libertad no entiende de paredes, tan solo de huidas que desembocan en agua salada, mezcla de mar y lágrimas. Los corazones libres colocan la maleta en la puerta, no se quedan, pero nunca se van del todo, pues retales de sí permanecen en aquellos lugares donde fue feliz. Anclada a esas cadenas, tiro a cuestas, junto al hilo que une y deshilacha aun sintiéndome plena. Es el precio a pagar. Hoy me entrego, fiel a mi viaje. Será la libertad, mi faro cuando naufrague.