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FLORES DE SANGRE SOBRE LA HIERBA
Flores de sangre sobre la hierba es el diario de una mujer que es muchas mujeres: la niña, la adolescente, la adulta. Yo vengo de un entorno rural: mis novelas giran en torno a la relación con la tierra, mis poemas, también. Se podría decir que Flores de sangre sobre la hierba es un poemario «filotelurista», donde la mujer y la tierra se funden en plena intensidad. Está la sangre que tienen todos estos poemas desde el cuerpo. Pero también desde el alma: la maternidad, las pérdidas, la posibilidad imposible del amor, el vuelo corto y el abatimiento largo. La fuerza del poema para entrar en la sordidez sin embozo, y para salir de ella con esa extraña ternura, tan personal, que solo encuentra anclaje en los elementos externos (el río, los mirlos, la mujer que da el pecho al bebé, los juncos, la hierba húmeda, los animales…) para conjurar la soledad. Los poemas de Flores de sangre sobre la hierba poseen la capacidad felina de atraernos y, sin solución de continuidad, arañarnos. Con un lenguaje de mixtura original (y natural) entre las palabras de la tierra, las lecturas, y el lenguaje cotidiano, tan urbano, que conforman ese ser híbrido de tantas cosas que se adivinan en el libro, y que seducen por su verdad.