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HICE UNA FIESTA Y AHORA QUIERO ECHARLOS
Cuando leo a Kar, pienso en destruir pero de la forma más dulce. Los cuerpos en sus poemas se desarman, pero no para morir, sino para liberarse, hundirse entre las hojas y el abono, rearmarse en un espacio virtual en el que bailan e intercambian besos. Una máquina difusa los escribe, llora bits sobre el teclado, golpea las letras dibujando amigas nuevas. Está enojada, pero con el enojo de un corazón puro, adolescente, que no se reconcilia con vivir como le dijeron que tenía que hacerlo, invadida por el deseo de fundirse con les otres, y atacada por la ansiedad que aparece en el medio de la fiesta al grito de “POR FAVOR, YA VÁYANSE DE MI CASA”. Kar, cuerpo borroso, múltiple y brillante, entra a la página en blanco y la desordena, la desparrama, jamás olvida la ternura. Es sincera, es saltarina, te invita a jugar: ¿estás lista para abrirte en dos? VALERIA MUSSIO Estos poemas son escombros caídos al piso. No sabemos qué había antes de ellos: cuáles escenarios, voces y acciones. Si acaso algo de ellas persiste en estas ruinas de letras, silencios y signos de pregunta y admiración, solo podemos ver sus fragmentos. Hace poco escuché a alguien decir: "deberíamos cambiar la palabra transformación por destrucción". Y me gustó, porque transformarse supone un proceso difícil y doloroso donde lo que hay es destruido por otros, para otros o por el accidente de la existencia en un mundo complejo. Después, si es que tenemos suerte, amor o inteligencia, aparecerá lo necesario. Yo espero que la poesía sea la compañera para sentar esas bases donde volver a construir. MARIE GOUIRIC