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HOMILÍAS SOBRE LAS CARTAS A LOS TESALONICENSES
Las dos Cartas de san Pablo a los Tesalonicenses son aceptadas en la Iglesia desde los primeros tiempos del cristianismo. Un ejemplo claro es el comentario que san Juan Crisóstomo (345-407) hace de cada una de ellas, versículo a versículo, en forma de predicaciones u homilías, que son las que se ofrecen en estas páginas. Esta obra del que es denominado «boca de oro» manifiesta su sentido pastoral y su sagacidad y extraordinaria empatía con el Apóstol de los gentiles, y a la vez su brillante retórica a la hora de expresarse y evidenciar su cuidado por los fieles cristianos en momentos críticos para la fe católica. Este esmero se ve especialmente en los pasajes donde san Pablo se manifiesta preocupado por asuntos pastorales en los que entran en juego necesidades, susceptibilidades humanas, contrariedades y situaciones conflictivas de los destinatarios de sus cartas. Ciertamente las homilías del Crisóstomo están enmarcadas, como se verá, en unos años y en unas personas determinadas, pero la viva imaginación de su autor, unida al amor y comprensión de la Sagrada Escritura, proporciona a su obra una calidad y relevancia imperecederas. El cristianismo nunca constituye un elenco de doctrinas discutibles, sino un modo de vida, y el Crisóstomo jamás permite que esto se olvide en sus homilías. En verdad, desde el punto de vista de la oratoria estas piezas no están a la altura de otras muchas del orador natural de Antioquía, pero las reflexiones doctrinales que encierran suplen con creces esa deficiencia secundaria. El lector de habla castellana tiene en sus manos la primera traducción en dicha lengua de esta obra del Crisóstomo.