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JONATHAN Y EL METRO
Un día la madre de Jonathan sale a hacer un recado, pero antes de marcharse, deja a su hijo el encargo de mantener todo limpio y ordenado. Jonathan no está preocupado en lo más mínimo, parece una misión sencilla. Entonces oye un ruido al otro lado del tabique, parece el sonido de un tren... De pronto la pared del salón se abre. Un vagón del metro se detiene allí mismo, descargando a una multitud de personas, que irrumpe en el salón, ensuciando y desordenando todo a su paso. ¡Jonathan está desconcertado! Cuando consigue echar de su casa al último pasajero, mira a su alrededor y se da cuenta de que hay basura por todas partes, huellas de zapatos por las paredes y chicle pegado en la alfombra, ¡Alguien ha convertido su casa en una estación de metro! Jonathan y el metro es una historia disparatada, que rebosa sentido del humor y que está pensada para primeros lectores. Este sencillo relato viene a añadirse a una larga lista de obras dirigidas a un público infantil en las que el autor no tiene otra pretensión que la de hacer disfrutar de la lectura a los más pequeños. En esta historia somos testigos de cómo una escena cotidiana, que tiene como protagonista a un niño que se queda solo en casa se convierte de pronto en una peripecia extraordinaria. En la mayoría de sus libros, Munsch forma tándem artístico con el ilustrador Michael Martchenko. Jonathan y el metro no es una excepción. Las ilustraciones están realizadas a lápiz y acuarela, con un estilo a caballo entre la caricatura y el cómic que consigue transmitir el tono humorístico del relato. La profusión de detalles, la expresividad de los personajes y la utilización de colores vivos contribuyen a subrayar el carácter cómico de la narración. El formato cuadrado del libro es muy característico del ilustrador, que maneja con facilidad encuadres de gran dinamismo y perspectivas que lo acercan al lenguaje cinematográfico.