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LA ESPAÑA VACILADA
Decía Mario Benedetti: De dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo, de la derecha cuando es diestra, y de la izquierda cuando es siniestra. Viene a cuento esta frase del genial escritor uruguayo porque suenan tambores de guerra electoral en este querido país que muchos aún seguimos llamando España; y son sonidos muy preocupantes porque, tanto los unos como los otros, insisten en machacar electoralmente otra vez a la población rural, en aras de sus inconfesables intenciones. Las fuerzas vivas que nos mangonean impunemente, a diestro y siniestro, se han puesto en marcha, con el único fin de engañar de nuevo a esa parte de España que alguien bautizó un día como vaciada, y a la que ahora se pretende sangrar para extraerle sus últimos estertores, con el malévolo fin de que sus votos puedan servir de muleta electoral a una pandilla de sinvergüenzas que lo único que pretenden es seguir chupando del bote una temporadita. Nada detiene a estos impresentables de la patraña política que ahora llegan llenos de panderetas y de espejitos a encandilar el voto del personal pacífico que habita esos pueblos que han sido olvidados por quienes, una vez generado el problema por ellos mismos, en la más pura de las demagogias, ahora se pre- sentan como los adalides de la solución, cual profetas salvíficos y milagreros del futuro. Voten ustedes ciudadanos de la España rural a estos mangantes y verán cómo, después, sin más, todos desaparecen de sus vidas. Volverán a oír de ellos cuando salgan en las noticias hablando de sus logros o cuando como inquilinos ya de las instituciones patrias nos restrieguen sus maravillosos resultados elec- torales favorables (verán cómo todos terminan ganando, y nadie dimite) en las elecciones locales, en las autonómicas o en las nacionales. Piensen bien a quién le dan su voto; miren con lupa sus promesas; compárenlas con las siempre incumplidas promesas que les han hecho antes; vean quién está en la cabecera (y detrás) de las mil listas electorales que de repente han surgido como setas en el desahuciado solar de nuestros pueblos. Porque si de nuevo votan otra vez a quienes no se lo merecen, quizás ésta podría ser la última.