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LA GENETICA COMO METAFORA DE LA VIDA
Desde sus orígenes la humanidad ha tratado de entender el significado de la vida. Este incesante afán llevó a la biología al estrellato en la segunda mitad del siglo XIX, recibiendo además un importante impulso a principios del siglo XX con el nacimiento de la genética, su ciencia hermana. Naturalistas de la época recibieron con gran entusiasmo este acontecimiento, que tal y como veremos, empezó a arrojar luz al, hasta entonces, inexpugnable significado de la vida. En la actualidad puede considerarse a la genética como el corazón que, con sus latidos, alimenta a la biología. Es una ciencia holística porque abarca a todos los seres vivos en todas sus dimensiones, desde las moléculas a los sistemas ecológicos pasando por los propios individuos. La genética está por tanto en todas las expresiones de la vida y juega un papel unificador en la comprensión de las casi infinitas formas en que esta se manifiesta. Esta ciencia, aparentemente distante y abstracta, encierra mensajes tan cercanos y entrañables que descubrirlos es casi un compromiso que debemos acometer, aunque para ello haya que salirse del rígido y, a veces aburrido, edificio de la ciencia convencional. A pesar de todas estas extraordinarias cualidades, ¿ha logrado la genética descifrar el significado de la vida? La respuesta es sí, al menos en parte, como veremos en el libro, sin embargo, comprenderla en su totalidad es aún una meta ciertamente lejana e incierta. Llegados a este punto, nos preguntamos entonces si la ciencia puede por si sola dar respuesta a tales cuestiones. En este caso la respuesta es no, a tenor de las conclusiones de la mayoría de las investigaciones científicas donde se reconoce que, habiendo conseguido alcanzar parte del objetivo perseguido, no llegan a responder la totalidad de preguntas planteadas al inicio del proyecto.