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LA MAQUINA QUE ESCRIBIA LIBROS
El rostro de Raúl se iluminó cuando vio por primera vez aquel prodigio mecánico. Según decían otros niños, que también miraban, escribía libros. Inmediatamente pensó que era la solución a sus problemas de mala letra y faltas de ortografía, de modo que puso todo su empeño en aprender a manejarla. Entretanto su maestro, al descubrir su talento para la escritura, le había regalado un cuaderno para que escribiera historias. Después de mucho batallar con la hoja en blanco, consiguió escribir seis relatos. Desde ese momento su obsesión era transcribir las historias del cuaderno en «la máquina que escribía libros». Las incursiones en la imprenta tenían que ser en mitad de la noche, cuando todos durmieran. ¿Conseguiría su propósito sin que le descubrieran? La historia tiene su curso y traza sus propios caminos, a veces caprichosos. El autor se considera afortunado de haber vivido en lugares donde cientos de años antes estuvieron personajes tan importantes de nuestra historia como Miguel de Cervantes y Cristóbal Colón. Desde la vivencia del protagonista renacen estas figuras ilustres.