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LA PIEL DEL ELEFANTE
Cuando escribo me asomo a otra ventana, a otra manera de mirar, que a veces me dibuja y otras me borra. Me he preguntado a menudo por qué mi piel se vuelve de elefante entre las palabras, se endurece y, a la vez, se rocía con la arena de la ternura para sobrevivir en la selva por la que transitan. Quizá la respuesta esté en estos poemas, en los que me he encontrado, sin buscarme, el amor como el testigo de la soledad, el tiempo corriendo río abajo y una cierta forma de conjurarme a mí misma.