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LA PREGUNTA NUMERO CINCO
Me empeñé en entregarte un pedazo de mí en cada verso que te regalaba. Al principio los buscaba, seleccionaba aquellos que parecían más brillantes, gigantes que flotaban en el cielo y bajaban con pedazos de estrella y de alma. Eran versos que se entregan con una venda en los ojos, como la que llevan los heridos que vuelven del campo de batalla, que pisaron sin estar preparados y sin saber lo que les esperaba. Así son los versos que encuentras y se encierran en estas páginas. Esos que me empeñé en regalarte, aunque mis manos temblaban, aunque sabía que me iba a consumir cada segundo que pasaba junto con la soledad que te abraza de noche y en silencio te mata