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LA RECUPERACIÓN DE LA ATENCIÓN
Antes de poner en práctica estas técnicas o este tratamiento para mejorar la atención, es necesario saber todo lo que pueda acerca del problema que se trata de remediar. Conviene conocer si el problema es real y analizar todos los factores que lo condicionan; son éstos los pasos previos para enfocar correctamente el problema. Después de examinado éste en todos su aspectos, se puede pensar en aplicarle alguna solución, la que sea más adecuada para resolverlo. En la mayoría de los casos sera suficiente este tratamiento, pero en otros se necesitará algo más, combinando éstos con otros medios o insistiendo más en unos aspectos que en otros. Este tratamiento no puede llevarlo a cabo el alumno solo; él va a hacer lo principal, pero necesita también de la ayuda de alguien que le controle y oriente en la realización de las tareas. La persona que va a controlar este tratamiento tiene que conocerlo muy bien de antemano y, a ser posible, estar un poco enterado de estas técnicas; de esta persona va a depender en parte la marcha del tratamiento. El tratamiento comenzará con una motivación adecuada: se hará consciente al alumno de su problema, haciéndole ver las dificultades que le ocasiona en el aprendizaje, la insatisfacción y el desánimo que le produce; igualmente se insistirá en la necesidad de superar el problema, proponiéndole estos ejercicios como solución, con las ventajas que tienen de sencillez, eficacia y el poco esfuerzo que exigen. Además se debe requerir del alumno su aceptación, libre y voluntaria, para llevarlo a la práctica. Una vez que el niño o la niña están motivados, y después de haber dado su aceptación, tiene que seguirlo sin parar (si se detuviese o se hiciese en períodos distantes, la eficacia que se pretende no se conseguiría). Estos ejercicios tienen que hacerse, a ser posible, diariamente hasta terminar; luego se podrá ver la conveniencia de repetir algunos o todos. La frecuencia de ejercicios por día puede variar de uno a tres. Uno sería suficiente; dos o tres será lo más adecuado para el tratamiento. No se deben hacer más de tres ejercicios al día; tampoco deben pasar varios días sin hacer alguno. Al final del cuaderno hay una "Hoja de control"; el alumno irá anotando el día en que hace los ejercicios, y tiene que dar una valoración a cada ejercicio: una "B" si el ejercicio le ha salido bien, una "R" si el ejercicio le ha salido regular y una "M" si le ha salido mal. La hoja de control será revisada por la persona que controla. El reeducador debe llevar también su hoja de control, en donde irá anotando: la fecha del comienzo del tratamiento, si la niña o el niño sigue las normas que se le han dado, las modificaciones que se vayan produciendo, dificultades, interrupciones, etc. El control de los niños forma parte de este tratamiento; sin él no se puede garantizar la eficacia. El control supone para el niño o niña una ayuda, una exigencia, un apoyo, una orientación y guía.