En La sombra que cargamos, la autora explora los laberintos del final de la vida, donde las decisiones pasadas cobran un peso inevitable. A través de versos cargados de melancolía y crudeza, el poemario desentraña temas universales: la soledad que acompaña a los años, el arrepentimiento que surge de elecciones malogradas y, siguiendo la psicología analítica de Jung, la sombra que cargamos —ese reflejo de nuestras partes ocultas, negadas y no reconciliadas. Los versos sugieren una visión introspectiva y desgarradora de la vejez, el lastre de las oportunidades perdidas y el anhelo inconcluso de redención, el saldo final de los actos y omisiones que configuran una existencia. Sin embargo, en medio de esta reflexión sobre la mortalidad, también se insinúa un profundo apego al universo, un amor hacia el cosmos que invita a la contemplación de las estrellas. Este amor por lo cósmico ofrece un contraste conmovedor a la melancolía, recordando al lector que, a pesar de las sombras que llevamos, existe una vastedad infinita que nos envuelve. Así, La sombra que cargamos es una exploración íntima sobre el peso de los años y los ecos de nuestras decisiones, recordándonos que el ocaso es también un momento de revelación, donde la sombra cobra un nuevo protagonismo, desnudando, al fin, nuestra verdad más profunda, mientras las estrellas, lejanas y brillantes, nos susurran la posibilidad de trascender, de hallar en la noche estrellada un refugio para el alma.