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LA TRANSICION EN SU TINTA
La mejor crónica de la Transición Española no ha sido escrita. Ni lo será nunca: a la vista está. La mejor crónica no tiene palabras. Tiene trazos, cabezas, alusiones, vientres, ojos ahuevados, rasgos deformes e hiperbólicos. Y chisteras: de chiste. La mejor crónica de la Transición está en las tiras y viñetas de unos humoristas que aprovecharon la descomposición de la dictadura para conquistar a golpe de ironía y sarcasmo espacios de libertad insólitos. Se llamaron Ops, Peridis, El Perich, Forges, Máximo y por supuesto Francisco Martín Morales, es decir, nuestro Martínmorales, un alpujarreño indómito que no tuvo piedad en la crítica. Ocurrió entre 1974 y 1985 y esta exposición es un ejemplo de cómo Paco transitó del mono al personaje y de la cautela a la libertad sin perder la desconfianza en el poder. Unos y otros, cuando el tardofranquismo daba sus postreras bocanadas, acabaron en publicaciones como Por Favor, El Jueves o Interviú que se convirtieron en centros de resistencia contra el franquismo residual y en trincheras de libertad. Esta especie de Generación de Oro del humorismo gráfico no solo cumplió un papel clave en los años setenta, sino que forjó el estilo de humor político que aún hoy simboliza una suerte de rebeldía contra todos los males del poder. Martínmorales (Almería, 1946-Granada, 2022) fue uno de esos gigantes del humor gráfico español que trabajó de modo incasable durante cincuenta años. Firmó en decenas y decenas de publicaciones. En sus tiempos más activos distribuía dos o tres viñetas diarias más las colaboraciones semanales. Logró la hazaña de vivir entre su piso de Madrid y la Alpujarra (donde pasó su infancia y era originaria la familia de su padre) y llenó de viñetas las publicaciones de medio país hasta 2010 en que un accidente interrumpió su carrera. Falleció el pasado 27 de agosto mientras ultimábamos esta muestra.