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LAS PALABRAS QUE CONFIAMOS AL VIENTO
Una novela sobre el duelo y la alegría de vivir que se ha convertido en un fenómeno internacional.
Cuando Yui, una joven de treinta años, pierde a su madre y a su hija de tres años en un tsunami, empieza a medir el paso del tiempo a partir de entonces: todo gira alrededor del 11 de marzo de 2011, cuando la ola gigantesca devastó Japón y el dolor se apoderó de ella.
Un día oye hablar de un hombre que tiene una cabina de teléfono abandonada en su jardín, adonde las personas acuden desde todos los rincones de Japón para hablar con quienes ya no están y hallar la paz en el duelo. Pronto, Yui emprende su propio peregrinaje hasta allí, pero al levantar el auricular no encuentra las fuerzas para pronunciar una sola palabra. Entonces conoce a Takeshi, un médico cuya hija de cuatro años ha dejado de hablar tras la muerte de su madre, y su vida da un vuelco.
La crítica ha dicho:
«Un impactante haiku sobre el corazón humano.»
The Times
«Esta novela posee una fuerza muy sutil. [...] Leerla es como un bálsamo para el alma. [...] Uno de los libros del año.»
Waterstones
«Un libro bellísimo y muy oportuno, que nos cuenta las consecuencias que quedan de un desastre humanitario mucho después del desastre.»
Bookbag
«Una lectura imprescindible, un texto precioso.»
Kirkus Reviews
«Con su estilo sobrio y poético, este precioso libro es una íntima historia de amor y, al tiempo, una expansiva meditación sobre la pérdida y el duelo.»
Heat
«Un libro para leer hoy.»
Cosmopolitan (UK)
«Esta historia, contada con sumo cuidado, resulta particularmente oportuna en nuestros días.»
Stylist
«Absolutamente impactante; te deja sin aliento.»
Christy Lefteri
«Laura es experta en hurgar en los bolsillos secretos de Japón. Esta vez ha encontrado un teléfono y algo de viento, y con ello ha creado una obra maestra. Es, sin duda, mi nueva escritora preferida.»
Orsola Branzi (La Pina)
«El espacio que separa el mundo de los vivos del de los muertos, es, a menudo, muy sutil. Y Laura Imai Messina parece conocerlo a la perfección.»
Romana Petri