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LENTA, PERO SEGURA
CONSIDERACIONES A TENER EN CUENTA: – Dios no hizo a los humanos a su imagen y semejanza —utopía—, simplemente los hizo inteligentes. – La inmensidad de Dios llega a toda su creación. – Dios está presente en la muerte de cada humano para dotarlo de un cuerpo glorioso, que se reconoce como propio e idéntico al que tuvo durante su vida mortal, para llevarlo según su justicia y conocimiento entitativos al lugar que le corresponda, establecido por Él y del que se hizo acreedor. – La resurrección del que muere es instantánea, por lo que no tiene que esperar al final de los tiempos. Eso no tiene sentido. – Un ser creado no puede ofender a un ser increado. El ser humano no puede ofender al INCREADO. – ¿Qué pasa, pues, con las ofensas de los mortales hechas a otros mortales al morir impenitentes? Solo Dios lo sabe. – La mala acción o pecado contra el prójimo es una acción personal o colectiva propia e intransferible. Traerá consecuencias, pero no se puede transmitir ni heredar. – Todos los seres creados tienen leyes específicas propias. El ser humano tiene una, impresa en su ser por su Creador, a la que llamamos Ley Natural Divina, que nos manda hacer el bien y evitar el mal al prójimo, o lo que es lo mismo: ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Esta Ley Natural, de origen divino, es una y única, por lo que no cabe distinguir entre “ley antigua” (AT) y “ley nueva” (NT). – El Decálogo no es una verdad revelada, sino derivada de la Ley Natural Divina, al igual que todas las leyes humanas, obras de misericordia y bienaventuranzas, que nos indican el camino para hacer el bien y evitar el mal a nuestros semejantes. – Borra de tu mente estas palabras del rey David: “Mira, pues, que fui concebido en iniquidad y que mi madre me concibió en pecado”, porque son erróneas y no sirven de escudo ante nuestro mal obrar.