Esta obra está escrita desde el corazón, con el empeño de heredar la poesía de los maestros. De cómo ve la naturaleza un hombre sabio pegado a la tierra, que es tierra, con serenidad, profundidad y calma. De cómo otro hombre sabio, en el otro extremo de un mismo mar, describe la pasión, el amor, con una misma voz esa otra naturaleza, la humana. El resultado es la visión en un juego de equilibrio entre la memoria y los sentimientos de un poeta novel, que esconde la chaqueta de madurez que arrastra. Para ello recurre a roturar entre sus recuerdos campos de tierra firme y navegar en aguas profundas aquellas cosas del amor que le han sido cercanas. Creando este libro, que quiere ser un puente —«... en cuántas primaveras flores me han consolado...»—, busca su salvación con la herramienta de la palabra —«... pinto con brochazos renglones de azul mar...»— con la inocente esperanza de conmover con aquello que a él le conmueve.