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LOS RENGLONES TORCIDOS
En Los renglones torcidos Ricardo Labra sigue las reflexiones emprendidas en El poeta calvo, además de conformar un apasionante diálogo en torno a la literatura y el oficio de escribir. Ricardo Labra no solo se muestra en Los renglones torcidos como un profundo conocedor de diversas tradiciones literarias, sino también como un irónico y, a su vez, compasivo analista de los estereotipos y sucedáneos creativos de su tiempo. En Los renglones torcidos el autor vuelve a deambular por los diferentes círculos del infierno libresco, en busca siempre de sus más reveladoras iluminaciones. Ricardo Labra reanuda en Los renglones torcidos un sincero diálogo con el perspicaz lector, siempre el último reducto —y también esperanza— de su desmitificadora indagación literaria, tal vez porque más allá de cualquier entresijo creativo o pretensión estética: «El lector es esa luz que persiste cuando la escritura se apaga».