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LUZ DE LA TARDE
En Luz de la tarde hay todo un mundo peculiar en el que predominan los elementos de la naturaleza. El mar rodea la infancia de Lola Terol, representa la parte más positiva de su existencia, junto a otros componentes que aparecen en el discurrir diario y forman una parte pequeña —y a la vez significativa— de su vida: ver pasar los pájaros, contemplar crecer las orquídeas, sentir cómo los árboles la conectan fuertemente y enraízan a la tierra. Junto a la naturaleza están igual de presentes aquellos objetos que cualquiera puede utilizar, que están a nuestra mano, que en cierto modo nos igualan con la naturaleza de la que ya formábamos parte (nevera, secadores de pelo, máquinas de escribir…), que nos acompañan e incluso conforman. En otros poemas se acerca a la poesía comprometida con temas que le preocupan a la autora, inspirados en noticias que nos afectan a todos y que nos hacen estallar por medio de la escritura. Esta poesía nace igualmente de la memoria, con sus poemas rescata recuerdos y su niñez, ese paraíso perdido. Acompañado por el tema de la casa, uno de los más importantes, ya que enlaza con los recuerdos que encontrará el lector a lo largo de todo el poemario. Este estallido del que hemos hablado lleva a la autora a no utilizar signos de puntuación, ya que impediría ese fluir en el microcosmos que aflora en los versos de Luz de la tarde.