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MANUELA
Varada junto a la carretera que corta como una guadaña las tierras de don Ramón, está la choza de Manuela y su madre, y junto a la choza, como un escaparate al mundo durante el verano, su puesto de melones. En este desarbolado escenario las dos mujeres dan la bienvenida a Antonio y su hijo pequeño, Antoñillo, dos desconocidos que conquistarán a la joven, mientras se revelan, en todas direcciones, los conflictos que provoca Manuela, la bella, intratable, libre, independiente, fuerte, pura Manuela. Porque esta es una historia de fuertes pasiones y una historia de amor, o de diferentes amores —del distante y callado al urgente y rabioso, del lento al fortuito, del ideal al ilícito y transgresor—, encarnados en un puñado de personajes antológicos que de una forma u otra actúan por atracción a su protagonista, Manuela. Ella es el luminoso objeto del deseo alrededor del que gravita una obra profunda y desconcertante, que más allá de su halo polémico no ha suscitado todavía el análisis que merece, esbozado aquí con brillantez por Fran G. Matute. Conflictiva, árida como el secano sureño, de prosa esculpida, Manuela fue una de las novelas de madurez de Manuel Halcón a cuya publicación en 1970 siguió la adaptación, muy poco después, al cine, en lo que sería una película icónica respecto a la transformación de la imagen de la cultura andaluza y del campo español. El director de ese film ya histórico, Gonzalo García-Pelayo, ha incluido, en las emotivas palabras que acompañan a esta nueva edición, un texto inédito de Manuel Halcón, en forma de carta dirigida a Manuela donde confiesa: «Has sido, eres aún, el gran amor de mi vida, mi sueño constante, mi pasión. He amado la belleza de tu cuerpo pero más aún la limpieza de tu alma».