ME GUSTA
Balta, el osezno, se enfadaba cuando las cosas cambiaban. Él hubiera querido que, todo aquello que le gustaba, durase para siempre. Pero, si eso hubiera sido posible, jamás habría conocido nada diferente. Si el lago estuviera siempre helado sería imposible nadar en sus aguas y si al llegar el otoño no cayeran las hojas de los árboles, no podrían brotar otras nuevas. Cuando Balta dejó de enfadarse, fue capaz de comprenderlo y encontró la solución al problema.