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MILAN
«Mi nombre podría ser Milán». Milán convierte en versos el viaje a un destino que todos, tarde o temprano, compartimos. Es un itinerario que se inicia mirando a los ojos del otro y del que se regresa con las pupilas vacías y un latir extraño que el corazón afirma, sin pedir permiso. Es el itinerario al desamor. La ciudad de Milán, sus calles, el invierno cubriendo amaneceres que son, en realidad, el anochecer del amor o los soportales que dan su abrazo de piedra a los mendigos, se transforman en una metáfora que versea el vacío que nos llena cuando del amor queda únicamente su afónica voz.