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NUESTRAS HORAS ESTAN CONTADAS
Verano de 1985, en Badiascarna, un pequeño pueblo situado en la Toscana
El joven Sauro Terra no sabe qué hacer con su vida. Solo tiene clara una cosa: cuando crezca será justo lo contrario de su padre. Desde que la central geotérmica de NovaLago lo jubiló anticipadamente, Rino Terra ha cortado sus lazos con el mundo y ahora vaga por los bosques.
Harto de estar siempre pendiente de su padre, Sauro convoca a sus amigos -Momo, un muchacho esmirriado y asustadizo; el Doctor, dueño de unos ojos de hielo y del orgullo propio de los que no tienen nada que perder; y el Trifo, un chico problemático que tiene visiones inquietantes antes de dormirse- y funda con ellos un grupo punk. ¿Qué más da si ensayan en la cámara frigorífica de un matadero o si ninguno de ellos sabe tocar?
Cuando Bea, una joven magnética con una melena trigueña, se une a ellos, todo parece ir sobre ruedas. Pero, la noche anterior a su primer concierto, la repentina desaparición del Trifo echa por tierra los sueños del grupo.
Veinte años más tarde, nada ha cambiado en Badiascarna: solo Sauro, que ahora vive en un piso en la ciudad, parece diferente, a años luz de distancia del chico que alguna vez fue. Hasta que una llamada telefónica le informa de que su padre parece haberse desvanecido en la nada.
Entonces, Sauro acepta regresar para buscarlo y, aunque le cueste admitirlo, ese viaje supondrá su última oportunidad para encontrar una respuesta a las preguntas que nunca han dejado de atormentarlo: ¿por qué su padre lo echó de la casa? ¿Qué le pasó al Trifo? ¿Y qué ha sido de sus compañeros de entonces?