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SOBRE EL PODER DEL AMOR
Una vez alcanzado el pleno reconocimiento de las aportaciones científicas, filosóficas y literarias de Lichtenberg (1742-1799), y completada la traducción al castellano de su obra cumbre, los Cuadernos, es el momento de reivindicar la apasionada y apasionante personalidad sentimental de este maestro del humor negro que en 1777 se preguntaba: «¿Es tan irresistible el poder del amor o tan influyente el atractivo de una persona como para sumirnos inevitablemente en un estado miserable del que solo la exclusiva posesión de esa persona logre sacarnos?». Así comienza la primera parte del breve ensayo –traducido por vez primera a nuestra lengua– que da título a la presente antología. El volumen incluye una selección de fragmentos y epístolas, algunas de ellas inéditas hasta ahora en español, acerca del sentimiento que inspiró muchas de sus mejores páginas. La obra del sabio de Gotinga –que concitó la admiración de autores como Goethe, Kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche, Kraus, Wittgenstein, Benjamin, Breton, Jünger, Celan, Canetti, Alejandra Pizarnik, Susan Sontag o Roberto Bolaño– constituye uno de los documentos morales y sentimentales más extraordinarios de la modernidad. GEORG CHRISTOPH LICHTENBERG (Ober-Ramstadt, 1741-Gotinga, 1799), último de los diecisiete hijos de un pastor protestante, estudió Matemáticas y Ciencias Naturales, pero también Arquitectura, Estética, Lengua, Literatura, Historia, Filosofía y Astronomía. Catedrático de Matemáticas en la Universidad de Gotinga, miembro de la Real Sociedad Científica de Londres, de la Academia de Ciencias de San Petersburgo y de la Sociedad Holandesa de Ciencias, fue maestro de Alexander Humboldt, corresponsal de Kant e interlocutor de Goethe, Lavater, Volta y Lessing. Pionero en las investigaciones sobre fluidos eléctricos, instaló el primer pararrayos de la tormentosa ciudad de Gotinga, de cuyo almanaque fue director durante veintidós años. Viajó con frecuencia a Inglaterra, donde quedó deslumbrado por Shakespeare, el sistema parlamentario y el respeto a la libertad intelectual. En 1788 recibió el nombramiento de consejero áulico. Un año después de su muerte, vio la luz, con el título de Aforismos, la primera edición de sus Cuadernos.