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TREGUA
«A veces la voz es suficiente» es el título de uno de los poemas de esta Tregua, y también su último verso, su final. Pero otras veces la voz no es suficiente pero sí imprescindible, como ocurre con la voz del poeta, porque para que hablemos de poesía, el poeta debe disponer de voz, haber encontrado su voz. [...] Porque sí, habrá que empezar por afirmar que aquí hay una poeta con voz propia, una voz sorprendentemente hecha, definida, nítida, personal, una voz que exacerbar en el futuro, esa es la tarea, pero ya no que buscar. [...] Quizás porque, aunque transite la juventud (qué maravilla es «En tendiendo mi juventud», que incluye versos como «He tendido mi juventud al viento» o «He entendido mi juventud a tiempo»), lo hace desde una madurez que ha llegado ya para quedarse. Y así como en las formas es este un poemario variado, donde Almudena Miláns se mide y sale airosa con poemas de distinta factura, en el fondo también apuesta por registros muy diversos, del poema más reflexivo, como esa «Tregua» exacta y brutal, «La espiral» o «Regresar», a poemas que podríamos calificar como de la experiencia (qué expresión más gastada), como «Poética política» o «Esas tardes». Y las referencias van de lo cotidiano («Entelequia») a lo literario («Viví por la belleza»), en un festival que no se detiene, y en el que la poeta conserva siempre su voz. Porque en esas piruetas de registros y formas hay una única voz, potente, personal, y hay ritmo y hay guiños a otros poetas, y hay un uso exquisito del lenguaje, preciso, cirujano, nunca recreándose en la suerte, sin un adjetivo de más, sin un alarde». Fragmento del prólogo «De mimbres y cestas» escrito por Miguel Albero.