La luna de plata se cierne un instante sobre la loma y el campo de grillos y amapolas te envuelve en un susurro tímido y acogedor... Un ensueño inocente tiene este carácter hogareño, ese volver a las raíces cuando el viaje renovó las ramas viejas del árbol que apenas ya daba frutos... la noche acaba de empezar pero la luna se despide por el viejo camino del horizonte. La casa duerme y la niña descansa sobre la cuna, velada por su madre; Zenón sueña que persigue liebres sin nombre con su nuevo tirso entre las fauces y Perceval dormita la resaca en el viejo establo. Ésta es una bonita obra simbólica. De una poesía envolvente; en apariencia sencilla pero profunda y fina, con un hilo narrativo conductor, de lenguaje sensorial y estilo modernista. Es una obra que nos remonta a nuestra juventud y nos recuerda esos detalles sutiles que creíamos olvidados, retoñando de nuestra infancia: aromas, sabores, alegrías, inseguridades, pasiones; devolviéndonos a la madurez presente en otros instantes.