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UN PAÍS DE SED
Este es un libro de pérdidas. La orfandad no solo trajo la ausencia del padre, recorrer las calles sin ir de su mano supuso la certeza de la muerte de la niñez y la conversión en hombre. Pero por suerte siempre hay resquicios para el amor: en el Pacífico de unos iris el poeta hila el paisaje de su vida con un Chile prestado, el de Raúl Zurita, con el Vesubio y el yeso de sus moldes en Pompeya, o con el Dersu Uzala de Kurosawa. Tienes en tus manos un poemario de ceniza, aunque con un rescoldo y el peligro latente de un nuevo incendio.