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Y EN ABRIL LOS JARAMAGOS
La tierra en los pueblos de La Mancha es dura y seca, como (a veces) la gente que la habita. Cuesta creer que aquí pueda haber algo vivo o algo bello. Pero lo hay; lo que sucede es que crece en las lindes, o a la sombra de los olivos, o entre las piedras, o en los cauces secos de arroyos que corren con violencia solo cuando llegan tormentas. Aquí la vida y la belleza no se esconden, pero tampoco presumen ni se enseñan. Por eso merece la pena buscarlas. Por eso hay que saber mirarlas. Yo me fui de aquí cuando no sabía lo que era el mundo y aquí volví cuando el mundo me cayó encima. Estas páginas hablan sobre identidad, sobre mirada y sobre raíces. Porque la poesía no es sino la suma de esas tres cosas.